loader image

¿Dónde encuentras a Dios cuando la vida no tiene épica?

Feb 26, 2025

Hay días en los que lo trascendente se cuela sin permiso: un paisaje que corta la respiración, un instante de belleza que deja sin palabras, una oración que enciende algo dentro. Y hay otros en los que los pliegues de la rutina pesan, la monotonía cansa y la fe parece tan cotidiana que ni se nota. En esos días, la mística parece reservada para otros: los santos, los místicos, los que viven experiencias fuera de lo común. Pero como dejó claro Karl Rahner, eso no es así.

La mística de lo ordinario existe. Se manifiesta en la fidelidad a lo pequeño, en el trabajo bien hecho, en el amor paciente, en el gesto discreto, en los detalles que nadie ve. No es menos real que la otra. Simplemente, no alza la voz. No hay menos verdad en la ternura que en la profecía.

Muchos imaginan que la experiencia de Dios está ligada a lo grandioso. A los momentos de iluminación, a la intensidad de un retiro, a la certeza palpable de sentir su presencia. Pero, ¿qué pasa cuando la fe no tiene fuegos artificiales… Cuando los días transcurren sin revelaciones… Cuando la oración es un eco sin respuesta…

El cristianismo no es una religión de efectos especiales. La historia de Dios con el hombre se ha construido en los márgenes de la cotidianeidad. Jesús pasó treinta años en un pueblo pequeño, entre la madera y el polvo, antes de comenzar su predicación. Y, aún después, sus señales fueron a menudo discretas: un grupo de amigos compartiendo pan y vino, un enfermo tocado con suavidad, una mirada que devolvía la dignidad a quien la había perdido.

La fe verdadera no es la que depende de experiencias extraordinarias, sino la que sostiene los días sin épica. La que no necesita sentir para creer. La que aprende a reconocer a Dios en lo escondido.

Decía San Ignacio de Loyola que Dios “trabaja y labora” en cada cosa creada. Y esa es la clave: no hay espacios en los que su presencia se ausente, sino miradas que no saben encontrarlo. Si se le busca solo en lo espectacular, se le perderá en lo pequeño. Y, sin embargo, es ahí donde suele estar.

Dios se esconde en los márgenes de lo rutinario: en la paciencia con la que alguien escucha, en la fidelidad de quien sigue amando, en la honestidad con la que se cumple un deber. También en el sufrimiento llevado con dignidad, en la espera que no desespera, en el bien que se hace sin esperar recompensa. Hay personas que nunca han visto un milagro, pero han sido testigos de la fe de una madre que vela a su hijo enfermo. Que han visto a alguien entregarse sin que nadie lo supiera. Que han aprendido que lo eterno se construye en los pequeños actos de cada día.

Quien quiere encontrar a Dios en su vida no necesita ir lejos. Solo necesita aprender a mirar. Abrir los ojos a la presencia que pasa desapercibida. Descubrir que la vida está llena de señales que no hacen ruido.

Si alguna vez te has preguntado cómo descubrir lo sagrado en lo cotidiano, estos dos libros te ayudarán a afinar la mirada: Lo extraordinario y lo ordinario de Xabier Etxeberria y Despertar de Josep Otón. Ambos son puertas a esa profundidad que pasa desapercibida.

SalTerraeSalTerrae

Lo extraordinario y lo ordinario

Xabier Etxeberria

Dios habita en lo oculto y en lo diario
20,00  19,00 
Comprar
SalTerraeSalTerrae

Despertar.

Josep Otón Catalán

17,00  16,15 
Comprar
0
    0
    Tu pedido
    Tu pedido esta vacíoVuelve a la web