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Los valores, sobre todo, se practican

Abr 9, 2025

Hay gente que dice que lo de los valores está muy bien, pero que no sirve para nada. Y luego está quien lleva años metido hasta el cuello en eso: en intentar que las cosas tengan sentido, que las decisiones no se tomen por inercia, que lo que se dice no suene a consigna insustancial. “Transparencia, compromiso, sostenibilidad, trabajo en equipo”. Palabras con las que cualquiera estaría de acuerdo, pero que muchas veces suenan más a decoración que a convicción.

Tenemos delante a Miguel Ángel Millán, autor del libro “Humanización y gestión por valores” publicado en SalTerrae. Ha vivido mucho, ha trabajado en muchos sitios y ha acabado haciendo justo lo que juró que no haría. Lo curioso es que todo encaja. Como si la vida, con sus vueltas, supiera más que uno mismo.

Hemos quedado con él para hablar del libro que ha escrito, pero en realidad vamos a hablar de algo más sencillo: cómo se vive, qué nos importa, y qué pasa cuando eso se lleva a una organización. O no se lleva.

Nací en Zaragoza y he vivido en varios lugares de España, Europa y América Latina. He tenido una vida muy viajera, con experiencias de todo tipo. Me marcaron especialmente los años que pasé en Italia y en Colombia. Ahora vivo en Villar de los Navarros, un pequeño pueblo de poco más de 100 habitantes en la provincia de Zaragoza.

Desde niño, he encontrado mi mayor felicidad en la naturaleza. Con los años, eso se ha traducido en una preocupación por el medio ambiente y por el entorno en el que viven las personas y trabajan las organizaciones. Por el trabajo de mi padre, también me interesó desde joven la salud, primero en su dimensión física y, con el tiempo, también en la mental y la espiritual.

Siempre he tenido sensibilidad por las situaciones de pobreza e injusticia, y eso acabó definiendo mi trayectoria profesional en el ámbito de la intervención social. Curiosamente, siempre dije que jamás trabajaría en educación, y sin embargo llevo años como profesor de secundaria y también en la universidad. Tampoco quería asumir cargos de responsabilidad, y llevo mucho tiempo en puestos directivos.

Con el tiempo, he entendido mi vida como un puzle en el que las piezas van encajando: naturaleza, salud, responsabilidad social, educación… Creo que estoy logrando una integración interesante de todo ello.

Por dos motivos. El primero, el malestar que me provoca la ligereza y la confusión con la que se habla de los valores, sobre todo en las organizaciones. Y el segundo, las ganas de aportar herramientas y estrategias útiles, basadas en mi experiencia, para quienes de verdad quieran tomarse en serio la gestión por valores desde una mirada humanizadora.

Hay mucha teoría publicada, pero no encontraba nada realmente práctico. Por eso me animé a escribirlo.

A personas con responsabilidad en organizaciones de todo tipo: empresariales, sociales, religiosas, sin ánimo de lucro… Y también a directivos, emprendedores y a equipos de liderazgo.

Los valores reales no son los que se declaran, sino los que se viven. Todas las organizaciones —lo admitan o no— están marcadas por unos valores que configuran su cultura. Pero muchas veces los valores oficiales no tienen nada que ver con los que realmente rigen el día a día.

No todos los valores humanizan. También la mafia o los grupos terroristas se organizan por valores. Lo importante es identificar cuáles se eligen y se practican. Por eso, en la primera parte del libro explico qué son los valores, por qué importan y cómo se pueden clasificar.

La dirección por valores es una evolución de la dirección por objetivos. Tiene ventajas, claro, pero no es fácil implantarla. El principal reto es el liderazgo. Faltan líderes capaces de ejercer un liderazgo coherente con este modelo: un liderazgo humanizador. En el libro explico qué rasgos definen ese tipo de liderazgo.

¿Cómo se lleva a la práctica? La parte más desarrollada del libro está dedicada a eso: cómo aplicar de forma concreta una gestión basada en valores. Incluye ejemplos y herramientas. Bien implantado, este modelo mejora la satisfacción, la motivación y el compromiso del equipo, lo que repercute directamente en la calidad del producto o servicio, y en los resultados.

Eso daría para otro libro entero. Pero, en lo esencial, lo que el Evangelio aporta es una mirada centrada en la persona. No como recurso, sino como fin. Ese es el núcleo de la humanización en la gestión empresarial.

Y hay concreciones muy prácticas. Por ejemplo:

Liderar desde el amor. El mandamiento del amor incluye también al enemigo, algo especialmente desafiante en la gestión de conflictos.

La autoridad entendida como servicio. El lavatorio de pies es una referencia clave. Y la humildad también: mucho cuidado con los egos en puestos de responsabilidad.

La ética del trato mutuo. “Haz a los demás lo que quieras que te hagan”, “la medida que uséis se usará con vosotros”, la importancia del perdón… Son principios muy útiles en la vida organizativa.

Realismo y planificación. “Construir sobre roca”, “ser astutos como serpientes y sencillos como palomas”… Llamadas a no caer en el buenismo ni en el providencialismo ingenuo. En las organizaciones también hay lobos, y hace falta actuar con prudencia.

SalTerraeSalTerrae

Humanización y gestión por valores

Miguel Ángel Millán Asín

Los valores reales no hacen ruido. Se notan.
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