loader image

La voz de Lázaro: un nuevo viaje al corazón del Evangelio

Oct 2, 2024

¿Cómo se narra la vida de alguien que está en el centro de la historia de la humanidad, pero de quien no sabemos casi nada en ciertos momentos clave? Ese es el problema esencial que plantea José María Espinar en su novela Lázaro y Jesús: contar lo oculto, lo que no está en los textos sagrados, y hacerlo sin traicionar la esencia de lo que representa.

Cuando hablamos de los años desconocidos de Jesús, nos enfrentamos al reto de llenar esos vacíos sin caer en la especulación banal. Espinar se enfrenta a un desafío: ¿Cómo contar lo que no se ha contado sin desviarse de lo profundo, de lo esencial? Es una búsqueda por unir lo divino y lo humano, donde la amistad se convierte en el puente para entender lo que a menudo nos resulta incomprensible.

Soy un desastre, mitad grito y mitad susurro. Nací en Granada hace 50 años. Sin mi mujer, Tamsin, ya estaría muerto o tirado en algún bar de perdedores. Tengo tres hijos fantásticos que me recuerdan lo que de verdad importa en la vida. En mi lápida, como Cornelia, pondré: «Padre de los Graco».

Me apasiona el conocimiento, nunca dejo de aprender. Me fascinan la creación divina y la razón humana. Credo ut intelligam, intellego ut credam. Detesto el subjetivismo emocional nacido del relativismo materialista y la «sabiduría» de los ignorantes. Sin logos no hay diálogo. Defiendo la coherencia moral y el compromiso político: no basta con ser bueno, hay que dejar un mundo bueno. No sé vivir de perfil.

Mi mejor amigo es Jesús de Nazaret. Creo firmemente que el reino de Dios debe traerse a este mundo, aunque eso no signifique que lo consigamos. He tenido un club de boxeo, hago magia y dirijo un coro parroquial. ¿Mi frustración? No haber sido una estrella del rock, aunque también agradezco no haberlo sido. He estado demasiadas veces al borde de la destrucción. Si no escribo, muero. Así de sencillo.

Este libro fue una epifanía. Todo me vino de golpe a las cuatro de la mañana, hace dos años. La idea me asaltó como si hubiera tomado tres cafés de una vez. Intenté contársela a mi mujer, pero me echó del dormitorio.

Escribí Lázaro y Jesús porque sentí una llamada muy fuerte. No exagero al decir que me he sentido acompañado por el Espíritu Santo durante todo el proceso. Los méritos son suyos, los defectos son míos. Fue un trabajo en equipo. A medida que crecía la novela, entendí que debía escribirla: es un ejercicio misionero y pastoral. Una ciudad literaria en lo alto del monte evangélico no puede esconderse. Es una referencia para los lectores, para los que se sienten perdidos o quieren empezar de nuevo.

Lázaro es como Watson, un amigo fascinado y leal. Nos representa a todos. Su relación con Jesús enmarca nuestra relación personal con Cristo, ese encuentro íntimo al que estamos invitados. Si la patria verdadera es la infancia, Lázaro es la aduana de la amistad en su plenitud. Dios se hizo niño y le encantó serlo.

Además, Lázaro tenía dos hermanas, lo cual es crucial para abordar la dignidad de lo femenino en el cristianismo más allá de María. La mujer y Jesús, la mujer y Dios, es un tema ineludible. Las hermanas de Lázaro me llevaron a su madre, Abhira, el personaje más emotivo del libro. Y con Lázaro he equilibrado dos fuerzas importantes: José y la Magdalena, la mejor amiga de Jesús.

Necesitaba un lienzo en blanco para reinterpretar los evangelios. Esta novela es una exaltación de la teología evangélica. Solo los necios verán una ruptura con la tradición y el magisterio de la Iglesia. Aparecen personajes clave del Nuevo Testamento, incluso un joven e insoportable Saulo. La ficción me ha servido como herramienta pedagógica para hacer misión de puertas afuera y trabajar la pastoral de puertas adentro.

Lázaro y Jesús es para la comunidad, para construir Iglesia. Piensa en los evangelios como una gran canción, Let it be de los Beatles, por ejemplo. Lázaro y Jesús es una versión de esa canción. Lo importante es la melodía y la letra de Mateo, Marcos, Lucas, Juan… y Paul McCartney.

Cuando cumplí 50 años prometí decir siempre lo que pienso, así que confieso que la vida oculta de Jesús no tiene por qué interesarnos. Hasta Dios tiene derecho a la intimidad. A menos que se descubran nuevos rollos o papiros, todo lo que sabemos de esos años es especulación. Yo no especulo, escribo una novela. He usado esos años para darles todo el poder de los evangelios. He interpretado Let it be a la guitarra con voz de mujer.

El arte es misión y pastoral. La literatura tiene un papel fundamental en la predicación cristiana. Al principio era el verbo, y el verbo estaba en la oración. Las posibilidades narrativas son enormes: puedes escribir sobre el amor desde el odio, hablar de la luz desde las sombras, tocar los cielos mientras tus rodillas están en la tierra.

Milton Vértebra, el protagonista de mis novelas negras, parece atrapado en los pecados, pero al final solo busca desesperadamente el amor. El arte es santo, no beato; puro, no puritano. Escritores como Bukowski y Fante, leídos desde una madurez cristiana, son un canto al hambre de Dios, a la necesidad de sentido. Los hijos pródigos del arte son mucho más interesantes que los obedientes.

Al final, todo viaje tiene como destino el hogar, y Cristo es nuestro hogar. La literatura cuenta esa historia desde tiempos de Ulises.

Me considero una pequeña parte del mosaico eclesial. Crecí leyendo a Leonardo Boff y aprendí de José María Castillo e Isabel Gómez-Acebo. Y soy muy fan de Francisco, lo confieso. Si tuviera que elegir un texto para la Iglesia de hoy, serían los versículos de Isaías: «Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien…».

MensajeroMensajero

Lázaro y Jesús

José María Espinar

Amar es dar prioridad al otro, siempre
18,00  17,10 
Comprar
0
    0
    Tu pedido
    Tu pedido esta vacíoVuelve a la web