Cuando hablamos de la fe, solemos imaginarla como algo inmutable, como un refugio que permanece firme pase lo que pase. Pero, ¿qué ocurre cuando ese refugio se tambalea? ¿Cómo se vive la experiencia del divorcio desde una perspectiva creyente, donde el matrimonio no es solo una unión legal, sino un sacramento? Elena Rodríguez-Avial ha querido explorar esa grieta, ese espacio en el que el dolor y la fe se encuentran, en su libro La herida se ilumina.
Un libro que no solo busca acompañar, sino también ofrecer una ventana a una realidad compleja, a veces silenciada, dentro de la comunidad cristiana. Hoy, hablamos con ella sobre la vida, el duelo y la posibilidad de encontrar un nuevo camino cuando todo parece desmoronarse.
Sabemos que el periodismo es una parte importante de tu vida, pero nos interesa saber cómo te defines más allá de tu trabajo. ¿Qué es lo que te mantiene activa? ¿Qué te ilusiona? ¿Cuáles son tus retos?
Hoy me defino como hija de Dios, mujer, creyente, madre y periodista. Desde los 20 años he trabajado en esta profesión, primero en secciones locales y culturales, y luego en el ámbito socio-religioso. He pasado por medios como ABC, las revistas Vida Nueva, Orar y Celebrar, Imágenes de la fe y llevo más de veinte años en la Oficina de Comunicación de la Compañía de Jesús en España. Mi fe está muy marcada por la espiritualidad ignaciana, que guía mi vida y me lleva a buscar siempre ser contemplativa en la acción.
Actualmente, me apasiona el crecimiento personal y espiritual. Me encanta la artesanía, especialmente la pintura y la costura, cualquier cosa que me permita crear con las manos. Sueño con que mis hijos sean personas buenas y felices, y también con que podamos dejarles un mundo mejor. Ojalá aprendamos a sentir más empatía por las injusticias que sufren tantos y a cuidar mejor nuestra tierra.
Tu libro, “La herida se ilumina”, ¿cuál fue el punto de partida para escribirlo?
El libro nace de una herida personal muy profunda, que fue el fin de mi matrimonio. Durante mi proceso de duelo, descubrí que hablar con personas creyentes que ya habían sanado sus heridas me daba mucha esperanza. Como el género periodístico que más me gusta es la entrevista, decidí seguir hablando con creyentes que habían pasado por un divorcio y con quienes los acompañan en esos momentos difíciles. Quise plasmar esas entrevistas en un libro, con la idea de que puedan ayudar a otras personas que estén atravesando un proceso de sanación similar.
Hablemos de esa “herida” de la que hablas. ¿Cómo la describirías y qué proceso de sanación propones?
La herida que menciono es la que puede dejar un divorcio en cualquier persona, pero más aún en alguien creyente, cuya idea de vida estaba centrada en formar una familia cristiana. El divorcio trunca ese proyecto y puede dañar profundamente el sentido de la vida, la autoestima y la confianza en los demás. No todo el mundo vive esta herida de la misma manera, porque cada caso es distinto. No hay unas fases concretas para sanar, ya que el camino depende de cada persona. Sin embargo, a grandes rasgos, hablaría de una primera etapa de dolor y tristeza profunda, seguida de un proceso de sanación que requiere un intenso trabajo personal y espiritual. Después, viene el perdón, tanto hacia uno mismo como hacia la expareja, y finalmente, la apertura hacia una nueva vida. No es un proceso lineal y, si se hace con verdadera profundidad, puede ser largo, pero siempre conduce a una transformación.
¿A quién quieres llegar con este libro? ¿A quién te imaginas leyéndolo?
Este libro puede ser útil tanto para personas creyentes como para quienes no lo son, que estén atravesando un proceso de sanación tras un divorcio. También puede servir a quienes quieran acompañarles, ya sea a nivel personal o dentro de una pastoral más cercana a las necesidades del doliente. Me imagino a un párroco, un agente de pastoral o a un amigo o familiar de alguien que acaba de separarse o divorciarse, que quiera entender mejor lo que está viviendo esa persona. Estas páginas son una primera aproximación al proceso de duelo y sanación, y pueden servir de motivación para profundizar en algunos de los pocos proyectos serios de acompañamiento que la Iglesia ofrece.
No es fácil condensar un libro en unos titulares, pero si tuvieras que elegir tres o cuatro puntos clave que definen tu libro, ¿cuáles serían?
Primero, el libro describe los elementos clave del proceso de duelo y sanación que puede experimentar cualquier persona tras un divorcio. En segundo lugar, se adentra en lo que significa este proceso para alguien creyente. Algunos aspectos del sacramento del matrimonio pueden dificultar la superación del duelo, pero otros valores de la fe pueden ser fundamentales para integrar ese dolor en la nueva vida. En tercer lugar, el libro transmite un mensaje de esperanza. Las personas entrevistadas han conseguido ver su divorcio como una oportunidad de crecimiento personal y espiritual, y de acercamiento a Dios. Se convierten en testimonios de esperanza para aquellos que todavía están en el proceso. Y por último, es un libro práctico porque también explica los pocos recursos de acompañamiento que la Iglesia ofrece a las personas divorciadas, a través de algunos de sus acompañantes.
El libro parece muy ligado a una necesidad pastoral que la Iglesia no ha cubierto del todo. ¿Es así?
Así es. La necesidad surge porque hay muy pocos espacios eclesiales dedicados al acompañamiento pastoral de las personas divorciadas, y es desolador que la Iglesia no se dé cuenta de que esta herida tiene implicaciones profundas, también a nivel espiritual. Quien sufre un divorcio necesita reelaborar su sentido de vida y su propio valor personal. Después de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia en 2016, que abrió muchas puertas a los creyentes divorciados, la Iglesia, como institución, debería plantearse con seriedad cómo puede acompañar mejor a estas personas, cuya vida ha quedado rota tras el divorcio. ¿Hemos implementado todo lo que propone Amoris Laetitia? ¿Se ha desarrollado su potencial? Mi respuesta es que no.
El objetivo de este libro es ayudar a sanar a quienes han visto roto su proyecto de vida y guiarles hacia un nuevo camino, donde, tras un trabajo profundo, su herida pueda sanar. Que puedan levantarse y seguir adelante, de la mano del Dios de la vida.