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El sentir con la iglesia de Monseñor Romero

Sentir con la Iglesia fue el lema episcopal de Monseñor Romero y expresión de su manera de vivir la praxis ministerial y el ser creyente. JON SOBRINO en el prólogo y DOUGLAS MARCOUILLER en el cuerpo central del texto, nos ponen delante de este hombre de Iglesia en su actuar, moverse, escribir, charlar, andar por la calle y orar: en su forma de hablar por la radio o dirigir sus cartas: en sus viajes a Roma y su relación con la Santa Sede: en su manera de consagrar su persona a todos, y en especial a los pobres. Coherente dentro y fuera del país, Monseñor Romero siempre mostró su sencilla verdad de Creyente en Dios. Fiel a la Iglesia, interpretada como Magisterio y como Pueblo, y libre para exponer la doctrina cristiana de manera acomodada a los signos de los tiempos. La misión de la Iglesia sólo será auténtica si es la misión de Jesús. Esta convicción la vivió Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador desde el sentir de la Iglesia, su principio inspirador.

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Ficha técnica

  • Año de publicación 2004
  • Editorial SalTerrae
  • Edición 1
  • Número 41 ST Breve
  • Páginas 128 Págs.
  • ISBN 978-84-293-1545-5
  • Encuadernación Rústica

Sentir con la Iglesia fue el lema episcopal de Monseñor Romero y expresión de su manera de vivir la praxis ministerial y el ser creyente. JON SOBRINO en el prólogo y DOUGLAS MARCOUILLER en el cuerpo central del texto, nos ponen delante de este hombre de Iglesia en su actuar, moverse, escribir, charlar, andar por la calle y orar: en su forma de hablar por la radio o dirigir sus cartas: en sus viajes a Roma y su relación con la Santa Sede: en su manera de consagrar su persona a todos, y en especial a los pobres. Coherente dentro y fuera del país, Monseñor Romero siempre mostró su sencilla verdad de Creyente en Dios. Fiel a la Iglesia, interpretada como Magisterio y como Pueblo, y libre para exponer la doctrina cristiana de manera acomodada a los signos de los tiempos. La misión de la Iglesia sólo será auténtica si es la misión de Jesús. Esta convicción la vivió Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador desde el sentir de la Iglesia, su principio inspirador.