Palabras sobre la Iglesia. Pueblo de Dios para la vida del mundo

Palabras sobre la Iglesia. Pueblo de Dios para la vida del mundo

En el contexto del Sínodo de 1985, el Cardenal-Arzobispo de Milán, Carlo Maria Martini, dirigió un "itinerario de reflexión y de oración para los miembros de los Consejos pastorales parroquiales" de su diócesis, a la luz de la Palabra de Dios y de los textos conciliares referidos a la Iglesia.

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Ficha técnica

El 8 de diciembre de 1965, el Papa Pablo VI clausuraba el Concilio Vaticano II. Aproximadamente un año antes, había firmado: "La Iglesia no es un fin en sí mismo, sino que está al servicio de todos los hombres y tiene el deber de hacer presente a Cristo, lo más amplia y generosamente posible, a todos los individuos y a todos los pueblos. Esta es su misión".

El gran pontífice sabía que el Vaticano II era un acontecimiento único en la historia de la Iglesia, aunque sólo fuera porque, por primera vez, la Iglesia se había sentido verdaderamente "mundial".

Sin embargo, la novedad eclesiológica pretendida por el Concilio no ha logrado entrar aún plenamente en la vida de las comundiades cristianas.

Precisamente por eso convocó Juan Pablo II el Sínodo extraordinario de los Obispos de 1985, a fin de que los padres sinodales pudieran dialogar y profundizar en torno a las diversas experiencias y modos de aplicación del Concilio y favorecer una más viva inserción del Vaticano II en la vida de las comunidades cristianas.

Fiel a los deseos del papa, el Cardenal-Arzobispo de Milán, Carlo Maria Martini, dirigió un "itinerario de reflexión y de oración para los miembros de los Consejos pastorales parroquiales" de su diócesis, a la luz de la Palabra de Dios y de los textos conciliares referidos a la Iglesia.

Este libro recoge las meditaciones propuestas por el Cardenal, que se configuran como un camino en siete etapas: el camino de una Iglesia que ora, que escucha, que se percibe a sí misma como misterio de Dios y de Cristo, que es signo e instrumento de la unidad de la familia humana, que se compromete a realizar la misión de Cristo, que está llamada a la santidad y que nace de la caridad y vive de ella para la salvación del mundo.