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Bajo el título genérico de Comunidades. Tareas urgentes, Alberto Iniesta intenta en este segundo volumen de su Teopraxis indicar vías de respuesta esperanzada, y no por ello menos realista, a los vitales problemas que inquietan a esas comunidades cristianas que son la expresión más visible, y a la vez más modesta y discreta, de la Iglesia.
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Ficha técnica
Bajo el título genérico de Comunidades. Tareas urgentes, Alberto Iniesta intenta en este segundo volumen de su Teopraxis indicar vías de respuesta esperanzada, y no por ello menos realista, a los vitales problemas que inquietan a esas comunidades cristianas que son la expresión más visible, y a la vez más modesta y discreta, de la Iglesia.
Comunidades que han de vivir su fe, su esperanza y su amor en el aquí y ahora de nuestro mundo. «Un mundo que es nuestro único espacio de creación, de redención y de salvación; un mundo que es también nuestra responsabilidad, nuestra tarea, nuestra tierra de trabajo. Un mundo que por primera vez se siente planetario y unido y, a la vez, sintiendo fuertemente los tirones de divisiones a gran escala que pueden ser la triste ocasión de un cataclismo y un apocalipsis, en el sentido más negativo de la palabra; un mundo orgulloso, con razón, de una ciencia y una técnica prodigiosas, a las que idolatra como a un dios infalible y de las que espera unas soluciones mágicas para la felicidad; y un mundo a la vez desilusionado y frustrado cuando comprueba que todos esos inventos y todos esos cacharros no consiguen dar sentido a su vida o, mejor, el nuevo sentido que necesita el nuevo hombre de una nueva época de la humanidad, que está gritando para poder nacer y no encuentra partera que le ayude a bien lograrlo».
En este sentido las pequeñas comunidades cristianas, ámbito privilegiado de la experiencia de fe, tienen una urgente tarea que desempeñar, porque, a pesar de su aparente pequeñez y modestia, son poderosa simiente de esperanza y quizá el mejor molde o, al menos lo bastante idóneo, para intentar el santo empeño de "hacer Iglesia".