Semana tras semana, durante tres años, la voz de MONSEÑOR ROMERO resonó por todo El Salvador, condenando asesinatos y torturas y exhortando al pueblo a trabajar por la paz y el perdón y por una sociedad más justa. A través de la emisora archidiocesana, el país entero estaba pendiente de sus palabras. Sin falta, los domingos por la mañana su voz resonaba por la radio; se escuchaba en todas partes, sobre todo en los barrios pobres y en las aldeas campesinas.

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Ficha técnica

  • Año de publicación 2002
  • Editorial SalTerrae
  • Edición 1
  • Número 141 El Pozo de Siquén
  • Páginas 216 Págs.
  • ISBN 978-84-293-1462-5
  • Encuadernación Rústica

Semana tras semana, durante tres años, la voz de MONSEÑOR ROMERO resonó por todo El Salvador, condenando asesinatos y torturas y exhortando al pueblo a trabajar por la paz y el perdón y por una sociedad más justa. A través de la emisora archidiocesana, el país entero estaba pendiente de sus palabras. Sin falta, los domingos por la mañana su voz resonaba por la radio: se escuchaba en todas partes, sobre todo en los barrios pobres y en las aldeas campesinas. Su excepcional elocuencia no consistía en la redacción de elegantes sermones, sino en hablar directamente a sus oyentes acerca de la propia vida que ellos conocían: la vida de los pobres, cuyo sufrimiento "toca el corazón mismo de Dios". La mayoría de los salvadoreños son pobres. Y eran mayormente los pobres quienes los domingos a las 8 de la mañana llenaban la catedral para asistir a la misa de Monseñor: y eran los pobres quienes lo rodeaban con ocasión de sus visitas a los más remotos pueblecitos de su diócesis.Pero gente de todas clase afirma que la presencia y las palabras de Romero daban nuevo vigor a su fe. Él, a su vez, veía su propia fe vigorizada por el eco que encontraba en el pueblo. Esta selección del pensamiento de MONSEÑOR ROMERO se ha hecho para que otros se encuentren con la fuerza de su fe y el impacto de sus palabras.