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Hacer las paces con Dios... para recuperar una relación sana con Él

Hacer las paces con Dios...

Para recuperar una relación sana con Él

En nuestra época, el discurso acerca de Dios es cuestionado de múltiples maneras y goza al mismo tiempo de la máxima actualidad. El gran desafío de nuestro tiempo es buscar una respuesta sólida y fiable a la actual ambivalencia: puede observarse, por un lado, cómo brota un nuevo interés por Dios y la religión y, por otro, un ateísmo misionero agresivo y un extendido olvido de Dios. El problema de Dios es el alma de la fe y del sentido del hombre. Si la pregunta sobre Dios representa la función determinante en la vida y las acciones del hombre creyente y religioso, entonces su influencia en la teología como reflexión sobre la fe no debe ser superficial, sino profunda; no parcial, sino total; no ocasional, sino constante; no circunstancial, sino permanente y determinante. Nunca se alcanza un punto final en el problema de Dios; por eso debemos buscar a Dios sin descanso. Debemos esforzarnos por conseguir una verdadera imagen de Dios que se corresponda con el Dios revelado en la vida y el mensaje de Jesús. La respuesta fiable y válida al actual desafío sobre Dios no es ni un ciego y arrogante fundamentalismo ni un tradicionalismo vacío de espíritu, y menos aún un relativismo indiferente e indolente. Por el contrario, nuestra misión consiste en redescubrir de nuevo el centro y la base de la identidad de la fe cristiana y entender la confesión de Dios como amor verdadero desde sus mismas raíces.

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Ficha técnica

  • Año de publicación 2012
  • Editorial SalTerrae
  • Edición 1
  • Número 307 El Pozo de Siquén
  • Páginas 152 Págs.
  • ISBN 978-84-293-2027-5
  • Encuadernación Rústica

En nuestra época, el discurso acerca de Dios es cuestionado de múltiples maneras y goza al mismo tiempo de la máxima actualidad. El gran desafío de nuestro tiempo es buscar una respuesta sólida y fiable a la actual ambivalencia: puede observarse, por un lado, cómo brota un nuevo interés por Dios y la religión y, por otro, un ateísmo misionero agresivo y un extendido olvido de Dios. El problema de Dios es el alma de la fe y del sentido del hombre. Si la pregunta sobre Dios representa la función determinante en la vida y las acciones del hombre creyente y religioso, entonces su influencia en la teología como reflexión sobre la fe no debe ser superficial, sino profunda; no parcial, sino total; no ocasional, sino constante; no circunstancial, sino permanente y determinante. Nunca se alcanza un punto final en el problema de Dios; por eso debemos buscar a Dios sin descanso. Debemos esforzarnos por conseguir una verdadera imagen de Dios que se corresponda con el Dios revelado en la vida y el mensaje de Jesús. La respuesta fiable y válida al actual desafío sobre Dios no es ni un ciego y arrogante fundamentalismo ni un tradicionalismo vacío de espíritu, y menos aún un relativismo indiferente e indolente. Por el contrario, nuestra misión consiste en redescubrir de nuevo el centro y la base de la identidad de la fe cristiana y entender la confesión de Dios como amor verdadero desde sus mismas raíces.