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Bajo un título que parafrasea el de la célebre película Sexo, mentiras y cintas de video, las presentes páginas no pretenden entrar en el tema de la moral sexual, que no es de la competencia del autor, según confiesa él mismo; sólo intentan sentar cuatro principios previos que pueden ayudar a centrar el áspero debete actual entre la jerarquía de la Iglesia y la cultura moderna y ayudar a comprender a ambas partes en conflicto.
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Ficha técnica
Esos cuatro puntos serían los siguientes:
1) Que la fuerza del sexo es, por lo general, superior al hombre y desautoriza esa pretensión de la razón ilustrada que se cree capaz de dominar todas las dimensiones humanas.
2) Que, ante esa constatación, la solución de "bajar el listón" es comprensible; pero quizá sólo sea la más facilona. Puede que no sea más que un hacer de la necesidad virtud, que cosecha consecuencias no previstas ni pretendidas.
3) Que la opción de "elevar el listón" (que podría ser la que da sentido a la moral que predica la Iglesia) es también perniciosa cuando se presenta como mera exigencia moral, porque deja al hombre inerme y culpabilizado.
4) Que sólo una especie de "fuerza mística" (aun con todos sus riesgos de falsificaciones) puede capacitar al hombre para afrontar el problema del sexo. Mientras que, curiosamente, lo que más falla en el lenguaje eclesiástico es la capacidad para comunicar algún tipo de experiencia mística -humana o religiosa.
Bajo un título que parafrasea el de la célebre película Sexo, mentiras y cintas de video, las presentes páginas no pretenden entrar en el tema de la moral sexual, que no es de la competencia del autor, según confiesa él mismo; sólo intentan sentar cuatro principios previos que pueden ayudar a centrar el áspero debete actual entre la jerarquía de la Iglesia y la cultura moderna y ayudar a comprender a ambas partes en conflicto.