

La crisis de la moral
Eduardo López Azpitarte, SJ
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Es preciso adentrarnos en la figura de María con justeza y profundidad. Conocer el lugar que ocupa en los Evangelios, verla progresar en la andadura de su fe, y penetrar en la envergadura de su personalidad creyente (expresada en los dogmas de la virginidad, la concepción inmaculada y la asunción).
Después de un eclipse, comprensible por los abusos y desviaciones cometidos, los cristianos volvemos a interesarnos por María.
Pero es preciso hacerlo con justeza y profundidad. Conocer el lugar que ocupa en los Evangelios, verla progresar en la andadura de su fe, y penetrar en la envergadura de su personalidad creyente (expresada en los dogmas de la virginidad, la concepción inmaculada y la asunción).
Todo ello desemboca en la visión de la figura de María como primer discípulo de su Hijo y tipo de toda existencia cristiana.
No es un ídolo cargado de privilegios que la separan de nosotros, sino la imagen de nuestro presente vivido en la fe y del futuro que esperamos.
Ficha técnica